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CVR: Cinco años tras la justicia y la decencia

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Mis sinceras condolencias a Enrique y Marco Zileri por la pérdida de Doris, madre y abuela de los directores de la revista Caretas, institución que ella fundó y de la cual los periodistas aprendimos mucho del oficio. Mujer ejemplar “cuyo nombre –como decía Vallejo- desfila en el sonido de un abrazo.”

La Comisión de la Verdad y Reconciliación hoy cumple cinco años de la entrega del Informe Final de su trabajo. Como todo acto valioso, recibe respaldos y ataques. La CVR “fue creada acogiendo el legítimo reclamo de la sociedad de ejercer su derecho a conocer la verdad sobre su historia.” Admiramos ese trabajo que nos ayudó a descubrir y asumir la realidad dolorosa e injusta de nuestra sociedad y la profunda crisis moral que nos dejaron las dos últimas décadas del siglo veinte.

El problema de fondo es la escasa colaboración del gobierno y su alta vocación para ocultar violaciones de los derechos humanos cometidas por funcionarios civiles y militares pagados puntualmente por el pueblo a quien agreden, utilizando armas y privilegios que les pagan los ciudadanos con sus impuestos, incluso los excluidos y marginados.

Claro que fue Sendero el que provocó la grave herida social del terrorismo, y es sabido que se venía preparando desde quince años antes de Chuschi, pero encontró desprevenido al Estado, descuidado, preparándose con ahínco para la guerra que no tuvo, mientras se ponía de espaldas a la que realmente estalló en 1980. Contra ésta, había que tomar, antes que fusiles, metralletas y tanques, las armas de la guerra contra la pobreza. Eso no entendieron ni los soldados del orden ni los soldados del desorden.

La Comisión de la Verdad tuvo el mérito impagable de recordarnos que lo que estalló en Ayacucho se venía procesando desde décadas atrás y la incuria del Estado impidió que nuestros jóvenes soldados hubieran sido profesionales del diálogo y del servicio público y que hubieran cambiado su objetivo de vencer por el de convencer.

Otra de las cosas que demostró la Comisión de la Verdad es que los miles de hombres y mujeres, civiles inocentes muertos en la guerra absurda entre Sendero Luminoso y el Estado peruano, deberían haber estado sirviendo al país, produciendo, educando a sus hijos y ayudando a luchar contra la pobreza, si hubiesen tenido la oportunidad de trabajar por un salario digno y justo. De ellos sólo quedan madres y esposas tristes, hijos huérfanos más pobres que cuando nacieron y jóvenes con la demencia que provoca toda guerra.

La Comisión de la Verdad nos ha enseñado el valor de la paz, el diálogo y la solidaridad como la brújula para buscar el norte que perdimos entre el ochenta y el dos mil. Como dijo Martin Luther King, Jr. al recibir el Premio Nobel de la Paz en 1964 “Hemos permitido que los medios por los que vivimos dejen atrás los fines para los que vivimos.”