César Hildebrandt: El Fujimorismo ya esta aquí

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El fujimorismo ya co gobierna, su atmósfera tóxica ya se siente. Está en la prensa tensada por ese afiatamiento macartista que encabezan Correo, Perú 21 y El Comercio y que se extiende a todas las radios limeñas de alcance nacional y todas (sí todas, Laura puertas, ni tus callados ascos te terminan de limpiar) las televisoras. El gobierno no formal pero sí fáctico del fujimorismo regurgitado está en los periodistas que han tenido que irse de Perú 21, ese antro gobernado por un Millán Astray apenas civil, en la censura del documental sobre los asesinatos de La Cantuta, en la hostilización a decenas de periodistas del interior por parte de la administración de América TV, en las coronas funerarias enviadas a César Lévano y Arturo Belaúnde.

También está en el contoneo de ese puterío empresarial que prepara sus mejores galas para recibir a su heroína, la que les asegura el cholo barato, el indio invisible, el no-sindicato y el empleo basura. El fujimorismo está en la cara de cómplice de César Zumaeta cuando autorizó el decomiso de un video que iba a propalar en el Congreso Daniel Abugattás, documento visual que demostraba que Milagros Maraví.la asesora de Keiko Fujimori en temas de Justicia, fue una disciplina colaboradora de Vladimiro Montesinos. El fujimorismo ya está aquí y sus heraldos negros son el cruzado Rey, el sombrío Trelles, y el animoso doctor Souza, que dice que la Diroes es “un centro de peregrinación (algo así como la Meca del chuchumequismo). Entre el “nosotros matamos menos” y el “no sé si Montesinos es un asesino”, entre Trelles y Rey, el enigma se ha terminado: el fujimorismo no ha cambiado ni ha aprendido. Es tan cerril como la derecha peruana, analfabeta hasta la jactancia, aturdida como pocas y sin patria como desde la fundación de esa república a la que ella, en su versión ancestral, se opuso porque prefería las pelucas y los marquesados del virreinato.

El problema es que el país al que se enfrentará Keiko Fujimori, si llega a consumarse este regreso, es un escenario explosivo y el fujimorismo no está acostumbrado a negociar sino a mandar. Y cuando tuvo que negociar, cerró el Congreso.

Ese talante no ha cambiado. Está vivo y puede llevarnos a una peligrosa confrontación social y a la confirmación de que el Perú está partido por la mitad. En ese caso, entonces, la derecha que se ilusiona con Keiko Fujimori no tardará no dos horas en llamar, otra vez, a los cuarteles. Como hizo con Sánchez Cerro o con Odría. Y si eso sucede, su prensa dirá que Chávez, desde Caracas, intenta subvertir el orden del sistema.

Al descontento legítimo de millones de peruanos se le demoniza y se le intenta cerrar de nuevo, y con todas las armas, la vía electoral. Que no lloriqueen más tarde si los amantes de la violencia asumen el liderazgo del desasosiego después de enrostrar a los mesurados su mesura y a los sensatos su sensatez. El Perú carece de memoria. Y la memoria no es la inteligencia de los brutos sino la arquitectura del aprendizaje.

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En este tiempo en el que se necesita información y opinión veráz me tomé la libertad de transcribir el editorial del reconocido periodista César Hildebrandt de su última edición de su semanario Hildebrandt en sus trece para quienes no tienen la oportunidad de comprarlo.

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